Wednesday, January 30, 2013

Un Oasis En El Desierto


Aterrizó el avión y el piloto anuncio la temperatura en Albuquerque, Nuevo México de 12 grados Fahrenheit. Me pregunte “ cuanto me costaría comprar un boleto de regreso a última hora?” Temiendo el costo exagerado decide ser valiente y enfrentar el frio. Tome mi abrigo y bajé del avión a lo que pensaba era un congelador al aire libre. Mi primera impresión de este lugar árido en un día de enero fue desconcertante. Esto pronto cambiaria.


            No había palmeras, pasto verde, ni mar. Vivo en un lugar tropical y la vista se acostumbra a esto. Al final de mi viaje me acostumbraría a algo más. Mi guía me condujo por las calles de esta ciudad para llevarme al hotel donde me quedaria. Como toda ciudad Albuquerque tiene sus áreas económicas afluentes y aquellas más humildes. Las casas construidas con bloques de hormigón y techos planos fueron algo más a lo que me tuve que acostumbrar. Luego se me explico que no es necesario tener otro tipo de techo ya que no hay mucha lluvia en esta región. Como es que no ne lo imagine? Me pregunte porque es que alguien viviría en tal lugar pero el próximo día de mi estancia cuando comí en un restaurante llamado Santiagos es que entendi. Santiagos es un lugar de comida típica de nuevo México. El lugar no es algo impresionante ya que está localizado en un pequeño centro comercial. Uno ordena en la ventanilla, y la comida es traida a la mesa. Este restaurante esta corrido por una familia que lleva años en el negocio. Mi guía  y yo ordenamos el burrito cubierto con el famoso “chile” de Nuevo México (pero pronunciado como el “chili” de Texas). Y no lo confundamos con el de Texas ya que no tienen nada en comun. En español le podríamos llamar salsa. Queria probar todo de una vez y ordene el burrito con mitad salsa verde y mitad salsa roja.
 

El burrito nadaba en esta salsa deliciosa que al principio pensé era excesiva pero después entendí que nunca puedes tener mucho “chile” en este estado.

            Con el estómago lleno de este delicioso platillo, y un poco más feliz por haber decido enfrentar el frio, nos dirigimos hacia la montaña. Me subiría a un tranvía aero suspendido por cables. Nuestro destino? La cima de la montaña. Este tranvía es uno de los pocos que aún siguen operando con mecanismos antiguos y cables sin el uso de sistemas modernos computarizados. Y si  usted  visita, cuidado con los osos!



 
 
            Al llegar a la cima, me quede boqui-abierta. Era un día frio pero soleado en Albuquerque, sin embargo nevaba en la montaña. Era un mundo invernal blanco y maravilloso. Los arboles cubiertos de blanco parecían como salidos de un cuento. Hay un restaurante situado sobre la montaña donde los turistas pueden calentarse un poco y comer, o simplemente tomar un chocolate caliente con pastel que fue lo que yo escogí hacer. Para este punto de mi viaje, estaba feliz de haberme quedado y de haber decidido tomar esta excursión.

Por 20 dólares por persona uno puede tomar en tranvía. Los residentes que desean comprar un boleto por temporada también pueden disfrutar de esquiar.

 

 
            Albuquerque también tiene un distrito donde sus centros comerciales no tienen nada que envidiarle a otras ciudades metropolitanas. Con tiendas de renombre y arquitectura moderna pensaría  que uno esta en San Antonio o Houston.

            Ya me estaba impresionando este lugar, hasta gustando, cuando me dio un ataque de alergias. Si tiene alergias al cendro montañés no visite en el invierno o recuerde traer sus pastillas contra las alergias. No obstante, seguí siendo valiente y visite el área universitaria en la calle Central. Me recordó a partes de Austin, TX. Al visitar esta área esté preparado a pagar por estacionar su auto ya que las multas están a la orden del día. Fue en esta calle donde encontramos un restaurante llamado Street Food Asia. Sirven comida típica que venden en las calles de cualquier ciudad asiática. Yo pedí los Tokyo Udon Noodles. Comida que recomiendo y hasta me he imaginado comiendo ahí otra vez. Con eso les digo todo. En esa calle larga y recorrida hay restaurantes de un lado y otro. Encontrará desde comida Mexicana de Aguascalientes hasta comida Mediterránea.


            Pronto me tendría que ir pero no sin antes comprar algunos recuerdos del lugar. Escondido entre un vecindario, mi guía me llevo a un área llamada el viejo pueblo de Albuquerque o Albuquerque Old Town. Si alguna vez has ido a La Villita en San Antonio es algo similar pero tipo nuevo México. Ahí hay un sinfín de casitas viejas con construcción típica de viejo Nuevo México. Cada casita es una tienda de recuerdos y artesanías. http://www.albuquerqueoldtown.com/

            Finalmente mi recorrido por este lugar no sería completo si no gozara de comida Mexicana ya que hay una gran población de mexicanos que residen ahí. Para eso fuimos a un lugar llamado Mesquite Market. El lugar es una combinación de carnicería, panadería, y café. Probamos los taquitos al albañil, el menudo, y los tacos de tripas con una sidra de manzana. Esta combinación o completaba mi experiencia gastrónoma de Albuquerque, o me haría subir al avión en las próximas horas con un buen dolor de estómago y mucho remordimiento. Afortunadamente la comida no solamente estuvo rica y el único remordimiento que me quedo es no poder quedarme unos días más para volver a comer ahí.

            Espero pronto volver a visitar este lugar que a pesar de que no me impresiono a primer vista, su diversidad cultural y su selección gastronómica lo convirtió en un oasis en medio del desierto para mí.

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